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Lo más reseñable de este lugar es el placer de bañarte en una playa de agua dulce sin temor de ser devorado por un tiburón -que los hay aunque quedan muy pocos-. Mientras Paco, Arik e Iván decidieron recorrer parte de la isla en bicicleta, yo -muy huevón por cierto- me fui con Scott (autraliano) y Katterina (británica) en un chicken bus por caminos de cabras hasta la playa de Santo Domingo.